Mi único propósito era viajar. Vivir mi propia aventura y ser el héroe de mi propia historia.
Seguí mi instinto y me embarqué en un pailebote centenario. Era el pailebote de Santa Eulalia, un velero muy acogedor para mis necesidades. Lo llené de reservas y empecé mi viaje.
Al principio todo iba según lo planeado pero, a medida que transcurría el viaje, pude observar cosas que nunca hubiera imaginado.
No tenía rumbo. Simplemente seguía mi instinto, que me llevó hacia enormes volcanes, peleas contra piratas, islas desiertas donde se encontraban mis peores pesadillas, e incluso tuve que atravesar junglas que no tenían salida.
Pero también pude observar cosas tan hermosas y espectaculares que me impedían continuar mi viaje: el canto de las sirenas, ciudades sumergidas...
De repente, la voz de mi madre me interrumpió diciendo que ya era de noche y mañana continuaríamos leyendo.
Yo
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