dilluns, d’abril 9

MATILDA

Matilda se dirigía alegremente por el estrecho camino que le conducía al mar. Lo adoraba. Hasta se había construido ella misma una pequeña estructura de madera que le permitía observar la mar en los días con temperaturas extremas. Cuando el sol no hace más que dañarte la piel. Pero ese día decidió sentarse en la suave arena y cerrar los ojos. Así se escuchaba mejor el conmovedor sonido de las olas al romperse. Pero al cabo de un rato el sonido cambió. Algo impedía el transcurso normal de las olas al quebrarse. Abrió los ojos. Se encontraba ante una curiosa embarcación que llegaba a su destino. La reconoció en seguida, todo el mundo hablaba de ella. La Santa Eulalia, el pailebote centenario...

Milú

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