dilluns, de febrer 19

RETORNO DE LA GUERRA DE CUBA

La neblina matutina se levantaba suavemente y como si fuera una pincelada de acuarela gris en medio de ella, de repente apareció la silueta del Castillo de Montjuic. Mi corazón dio un vuelco, ¡Barcelona! Estábamos ya en casa. Unas lágrimas inundaron mis ojos, no sé si de alegría o nostalgia. Igual les había sucedido al resto de mis compañeros, esa veintena de soldados que quedamos del Regimiento de Cuba, ¡estábamos vivos!, estábamos vivos y podíamos rehacer nuestras vidas. Tenía la sensación de que aquel clíper, un pailebote centenario que nos había traído de regreso, después de haber burlado el bloqueo naval gracias a la pericia de su Capitán, restaba inmóvil, no navegaba, no se movía, aunque tenía largadas todas las velas parecía estar anclado delante de la desembocadura del Llobregat. De repente dieron la orden de recoger petates y fusiles, íbamos a desembarcar. Habíamos regresado, nos abrazamos fuertemente, ¡estábamos vivos!

Rafa

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