dijous, d’abril 5

AÚN SONRÍEN

Aquel no era barco para afrontar el duro temporal que nos sorprendió a la altura de Finisterre pero a fe de Dios que se portó como un valiente. Las olas no eran olas, señores, eran montañas enormes de agua que se nos venían encima a una velocidad endiablada empujadas por un viento de mil demonios. Y os juro por los siete mares y el cabo de Hornos que daba vértigo bajar a sus valles una vez que habíamos conseguido escalar su cima. Aquellos gigantes pudieron destrozarnos pero nos respetaron, jugaron con nosotros pero dejaron que nuestros hijos siguieran sonriendo. Al mar no se le vence y exige respeto. Es su ley. A navegar se ha de salir en una buena embarcación y el mar corresponde, respeta a los que le respetan. Por eso, porque nosotros navegábamos en aquel pailebote centenario, nos dejó vivir. Hay dos niños que aún sonríen. Gracias.

Angelgarciarobinson

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